PDF para descargar: cooperativa.cat-Cooperativas_integrales_Hacia_una_sociedad_autogestionada
Artículo publicado en el número 41 de la revista vasca “Ekintza Zuzena”:
Las fuerzas de la cooperación
El ideal libertario de una sociedad organizada de un modo honesto, equitativo y justo se basa en la tradición de la cooperación.
El ser humano, como ser social que es, se ve obligado a interactuar de por vida con sus semejantes y a formar parte de algún tipo de organización social. La tradición de la cooperación se desarrolla cuando éste comprende las posibilidades que le ofrece la colaboración y la ayuda mutua, frente a su inexistencia o la competición (la lucha de todos contra todos). Cuando entiende que el bien personal y el bien común pueden (y deben) sintonizarse, que fomentar el desarrollo de las capacidades personales de los individuos dentro de un ambiente de cooperación es el mejor camino a seguir.
Incluso en las sociedades donde se han instaurado estructuras de tiranía, sometimiento y competitividad, el tejido social se ha articulado en base a las formas y relaciones de colaboración entre iguales. Éstas son las que le dan sentido a la vida de los individuos, porque son las únicas fértiles para el surgimiento y el cultivo del amor, y de otras necesidades humanas de primer orden. La misma reproducción de la especie tiene lugar a partir de la cooperación y el amor.
La cooperación se da cuando uno se entiende a sí mismo y entiende al otro desde la igualdad. Esto no es asistencialismo paternalista, no es caridad: es solidaridad, reciprocidad. Así pues, la cooperación se opone a la jerarquía, el privilegio y la concentración de poder, abrazando de este modo la organización social asamblearia, la igualdad en lo político y social, así como el colectivismo y la equidad en lo económico. También se opone a la devastación de la naturaleza y los ecosistemas, pues es una grave forma de no-cooperación con las generaciones futuras.
La(s) crisis
La crisis que afrontamos no es solamente ni sobre todo la recesión económica. Es un conjunto de graves problemáticas de naturalezas variadas al que nos enfrentamos como humanidad, que se prevé que se sigan agravando de forma notable[1]. Éstas se deben a las dinámicas y el funcionamiento del actual sistema de dominación hegemónico, instaurado hace más de 200 años, cuyos pilares fundamentales son el Estado moderno y el capitalismo, en su temible conjunto[2]. El sistema estatal-capitalista ha afianzado su poder arremetiendo contra las fuerzas y las prácticas de la cooperación y la ayuda mutua. Éstas lo deslegitiman y, suficientemente desarrolladas, conscientes y organizadas, pueden aspirar a derrocarlo, sustituyéndolo por formas cooperativas de organización social.
Las soluciones a los grandes problemas contemporáneos pasan, pues, por el resurgimiento de las fuerzas de la cooperación, enfocadas dentro del proyecto de una transformación integral revolucionaria de la organización social, el sistema de valores y la forma de ser de las personas, que aspire a desarticular las actuales instituciones estatales y capitalistas. Esta es una tarea compleja y dura, sin duda, pero no es posible hallar dichas soluciones en el marco del sistema actual.
Tenemos, por tanto, que hacer resurgir el valor de la ayuda mutua, como principio fundamental sobre el que desarrollar la cultura, construirnos a nosotros mismos y organizar toda la vida colectiva. Esto significa combatir toda la lacra de disvalores, ideas, conductas y tendencias negativas que el Estado y el capitalismo han estado promoviendo exitosamente entre las distintas capas sociales de los diversos pueblos del mundo, con pocas excepciones. En el caso de la historia reciente del Estado español, se tuvo que masacrar, con el alzamiento militar del 36 y el posterior período franquista, el hirviente caldo de cultivo de conciencia y cultura popular cooperativista y autogestionaria, es decir, anticapitalista. Después, como en el resto de países del “Primer Mundo” –y en los que se encuentran, usando el eufemismo, “en vías de desarrollo”–, se instauró la sociedad de consumo –también llamada del adoctrinamiento–, para elevar exponencialmente la acumulación de poder, la sumisión y la degradación del pueblo: con el adoctrinamiento de la “educación” primaria[3], secundaria y universitaria a manos del Estado o del capital privado; el trabajo asalariado, que vacía al sujeto[4] y absorbe su energía y tiempo vital; el llamado “Estado de bienestar”[5], heredero del despotismo ilustrado (“todo para el pueblo pero sin el pueblo”) y sustituto de los saberes y formas populares de autodependencia mediante el mutualismo y la asistencia recíproca[6]; el asalto masivo a las conciencias de la gente producido por el bombardeo de mensajes, imágenes y estímulos, anuncios de publicidad y otros, con el fin de envilecernos; la denigrante farsa, llamada “democrática”, del parlamentarismo y los partidos políticos[7], seguida por todos los medios de “comunicación” de masas; la completa deriva de la izquierda[8] y el sindicalismo institucional[9] hacia la veneración del dinero y el olvido de todo lo demás…
Ahora nos encontramos ante el desmoronamiento del sueño de abundancia (derroche) de las clases medias, en el que se van retirando o reduciendo muchos componentes del “Estado de bienestar”, la crisis social aumenta y parece que esto no ha hecho más que empezar. Tenemos que apresurarnos, pues, en exponer nuestras propuestas: no añoramos lo que era la sociedad de consumo ni encontramos ninguna legitimidad en la institución del Estado (tampoco en el “de bienestar”, aunque no vayamos a renunciar totalmente a él de un día para otro), añoramos la cultura popular y las formas autoorganizadas y no-jerárquicas de afrontar y resolver los problemas. ¡Recuperémoslas!
Tenemos que reconstituirnos como pueblo, estando ahora prácticamente descompuestos como tal. Reconstruir el tejido social popular, es decir, al margen de las instituciones estatales y capitalistas, mediante todo tipo de iniciativas y prácticas de carácter autogestionario, cooperativista, plural y solidario. A la vez, tenemos que estar en primera línea en el terreno de lo propositivo, la reflexión, el análisis actualizado de lo más importante del momento presente y la discusión de las ideas, promoviendo el espíritu crítico y el debate público, desmontando los puntales ideológicos del sistema para que aflore la conciencia que nos lleve a plantear el proyecto revolucionario, que contenga: 1) un análisis radical –que va a las raíces– y antisistémico de la realidad; 2) una visión –general pero sólida, juiciosa, sin dogmatismos ni utopismos– de las bases de la alternativa en cuanto a organización social y sistema de valores; 3) unas líneas y principios generales de una estrategia transformadora.
Las cooperativas integrales se plantean como una herramienta estratégica.
Las cooperativas integrales
Las cooperativas integrales son una propuesta para la construcción de esas bases de contrapoder popular, que sean el reflejo de la nueva sociedad anhelada. Se organizan en base a los principios de democracia directa (asamblea abierta), cooperación en red y descentralización. Su sentido es que nos permitan avanzar en las tareas de:
1) Mostrar (recordar) cuál es la alternativa a la organización social jerárquica: la organización asamblearia en red, en base a los principios de autodeterminación/autonomía de las personas y las comunidades humanas, a procesos de toma de decisión directa y a la gestión comunal de los bienes económicos fundamentales. Lo mismo en cuanto a los valores: ayuda mutua y solidaridad-fraternidad en vez de dominación e indiferencia; esfuerzo por la autoconstrucción y la mejora personal y compromiso con el bien común en vez de dejación de uno mismo y adhesión al egoísmo; valentía e integridad para luchar contra la opresión en vez de cobardía y servidumbre, etc.
2) Construir una base popular de poder material y técnico (económico, financiero, tecnológico, comunicativo, etc.) con el que impulsar y fomentar todo tipo de iniciativas estratégicas que promuevan la construcción de una economía popular como alternativa integral, en todo, para superar la dependencia de la economía estatal-capitalista. Desde esta fuerza constructiva se podrá ir tejiendo la autoorganización y ejerciendo la autodefensa, indispensables para poder aplacar posibles agresiones perpetradas por las élites, como se ha ido repitiendo en la historia. Esto se puede entender como el principio de “destruir construyendo”, al que se ha apelado recientemente desde la nueva tendencia griega en consolidación del “anarquismo social”[10].
3) Fomentar la transformación en lo sustantivo de las personas, al permitir que experimenten y ensayen por sí mismas las prácticas autogestionarias y cooperativas, con todo lo que éstas implican (autoorganización asamblearia, compartir, aprender a relacionarse y a resolver los conflictos interpersonales…). Esto se consigue al lograr que cada vez más personas puedan vivir lo más al margen posible de las estructuras y los disvalores del sistema. Es fundamental el cambio personal, interior, para que pueda avanzar, de la mano, el cambio social.
Las cooperativas integrales hacen uso de algunos aspectos de la legalidad vigente, al respaldarse para ello en la constitución de entidades jurídicas cooperativas. De esta manera, se protegen los recursos colectivos mientras se deja de alimentar al Estado y se redistribuye en la acción autogestionaria. Protegernos, minimizando las obligaciones burocráticas, nos permite generar unas condiciones cualitativamente más favorables para el desarrollo de nuestros objetivos.
La primera vez que se expuso la idea de las cooperativas integrales fue en la publicación masiva “¡Podemos!”[11], en el 2009. Tres años más tarde se volvió a plantear de forma mucho más desarrollada en “¡Rebelaos!”[12]. La primera cooperativa en constituirse, hace ya más de tres años, fue la Cooperativa Integral Catalana (CIC), después de una serie de procesos de experimentación, reflexión y confluencia de personas e iniciativas diversas.
La Cooperativa Integral Catalana
La Cooperativa Integral Catalana (CIC) inicia su andadura en mayo de 2010, recogiendo principios y prácticas que venía desarrollando un sector amplio de activistas en ese tiempo, en el marco de proyectos e iniciativas de autogestión y de defensa del territorio, principalmente vinculados al movimiento por el decrecimiento.
Sobre este contexto emerge la voluntad de impulsar una iniciativa en transición que a través de la autoorganización permitiera generar las condiciones para superar los límites de la sociedad capitalista actual, basados en la hegemonía del Estado, la banca y el mercado.
En este tiempo se ha desarrollado una estrategia para proteger la actividad autogestionaria de los poderes hegemónicos ya mencionados, principalmente en el ámbito económico y jurídico. Es por ello que el uso táctico y colectivo de las cooperativas para tal menester proporciona la protección de un sin fin de personas insolventes, la actividad económica de centenares de proyectos autónomos en el territorio, el patrimonio en el ámbito de la colectivización de fincas o la financiación de nuevos proyectos que permiten seguir nutriendo redes autogestionarias emergentes. Además, el desarrollo colaborativo de la tecnología y la expansión de la información y del conocimiento a través de internet pronto permitirán generar herramientas clave para superar la dependencia del poder económico y bancario, por tanto y en gran medida, de la fiscalización que el Estado ejerce sobre los seres humanos.
Mientras tanto, estas prácticas han permitido consolidar las vías de autofinanciación y autogestión y, en consecuencia, han hecho latente la responsabilidad colectiva de las decisiones asamblearias sobre la redistribución coherente de recursos, con el objetivo de generar bienes comunes y herramientas que continúen alimentando las redes autoorganizadas en el territorio.
Al calor de estas redes, son ya una realidad numerosas iniciativas autónomas de autoorganización bioregional como son las “ecoxarxes” (ecoredes) y los núcleos de autogestión en un ámbito más local, con una presencia creciente de las monedas sociales y otros sistemas de relaciones económicas basados en la confianza.
Asimismo, se han comenzado a establecer las bases de sistemas que promocionan el bien común mediante la ayuda mutua y la cooperación, más allá de los términos de competición y abuso que promueve el binomio Estado-Mercado. Estos sistemas emergen como propuestas de “Sistema Público Cooperativista” –como proyecto alternativo al “Estado de bienestar”–, donde se enmarcan la educación, la salud, la vivienda, la alimentación, el transporte, o incluso la justicia, grupos de trabajo que de manera coordinada comienzan a desarrollar pequeñas experiencias de autoorganización en estos ámbitos. Esto, teniendo siempre en cuenta que el desarrollo del factor comunitario y de la responsabilidad a nivel individual es siempre clave.
De igual forma, es también un objetivo prioritario el apoyo a las iniciativas productivas autogestionadas, la atención a las relaciones humanas y a los conflictos que emanan de ellas, así como el desarrollo de redes y canales de comunicación que den voz a una realidad autogestionaria emergente (más allá de la CIC)[13].
Inspirados por la experiencia de la CIC y de otras iniciativas autogestionarias colectivas, han emergido en estos últimos años diversos proyectos de cooperativas integrales y otros procesos de autoorganización en red, principalmente en la península ibérica, islas y sur de Francia. Son ejemplo de ello la Cooperativa Integral Valenciana (A Tornallom), la Cooperativa Integral Aragonesa, la Cooperativa Integral Granaína, la Cooperativa Integral Asturiana, la Mancomunidade Integral Galega, la EcoXarxa Mallorca, la EcoRed Salamanca, laCooperative Integrale Toulousaine, la EcoRéseau Pays Nantais, Herri Kooperatiba en Euskal Herria, etc. También existen iniciativas con objetivos similares, como son las Redes Autogestionadas de Málaga, la Red Horizontal de Autogestión y la Red de Colectivos Autogestionados (Madrid), el colectivo Auzolan en Euskal Herria, etc.
Es a través de esta experiencia acumulada en red, desde donde se dibuja el camino de la revolución integral, el reflejo de allá a donde vamos. A medida que avance la construcción de contrapoder popular éste se irá asentando con fuerza y entidad propia en el ámbito local y regional. Éste sería el escenario básico donde se articularía la soberanía del pueblo en una futura sociedad autogestionaria, en base a la relocalización de la vida política, económica y social. Esto, claro, sin olvidar la dimensión global de la revolución y la necesidad de fomentar el avance de los procesos emancipadores en todas las partes del mundo.
Una revolución integral
La noción de revolución integral pretende ser una base para volver a abrazar el proyecto revolucionario, aprendiendo del pasado[14]. Así pues, debe comprenderse la importancia fundamental de la transformación cualitativa de las personas revolucionarias y del pueblo en general, que necesariamente tiene que acompañar la transformación en lo político, económico y social. La mirada emancipadora no puede centrarse sólo en el exterior, sino a la vez en el exterior y el interior.
El compromiso con la mejora personal, especialmente olvidado y menospreciado por culpa de la hegemonía del imaginario del sistema actual, tiene que pasar a ser algo cotidiano de las personas revolucionarias, vinculado a la reflexión individual y grupal. Tenemos que ir reconociendo colectivamente los males que sufrimos, cuáles son los peores y los más problemáticos, y apoyarnos para irlos trabajando y superando. Desarrollar realmente nuestras capacidades y cualidades en concordancia con los principios, ideas y objetivos revolucionarios.
Si tenemos en cuenta que la actual fuerza del par Estado-Capital y de la dominación en general se basa en la degradación, la docilidad y la construcción de las personas desde el poder –de donde proviene la actual decadencia de los valores e ideales, la cultura, la ética, la filosofía, la convivencia…–, es evidente que hay que construir a consciencia una nueva cultura subversiva y fraternal que nos haga fuertes, basada en el esfuerzo y el dar de nosotros mismos. Esto implica una tarea de reflexión profunda y existencial, significa tomar las riendas de nosotros mismos, como personas ante la vida, finita.
Escribió hace poco Heleno Saña que “La revolución no es sólo una manera de pensar, sino también una manera de ser que empieza con cosas tan elementales como la buena educación, la delicadeza, la ternura, la nobleza de sentimientos, la caballerosidad y la hidalguía, atributos que constituyen el fundamento de lo que Schiller llamaba ‘alma bella’. Incluye asimismo la autocrítica y la disposición a admitir los propios errores. Sin este fondo humilde sucumbirá inevitablemente a la tentación siempre latente de la autoglorificación, el triunfalismo, el dogmatismo, la petulancia y matonería, una de las taras morales que han enturbiado a menudo la pureza espiritual de la causa revolucionaria.”[15] Este compañero nos recuerda la importancia crucial de “la dimensión subjetiva”, ya que no existen ningunas “fuerzas objetivas de la historia”, automáticas e impersonales, que nos lleven por el camino de la liberación.
Por ejemplo, una de las tendencias negativas actuales más problemáticas es la del frecuente enfrentamiento interpersonal, la dificultad para convivir y tratarse con buenas maneras comprendiendo la diversidad y las diferencias que se dan en el seno del pueblo, viendo lo que nos une más que lo que nos separa.
Como ya se dijo, “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”. Quienes estemos por la revolución tenemos que autoconstruirnos como personas íntegras para poder ser ejemplos e inspiración en todo lo más importante.
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Notas:
[1] Sobre la crisis económica, política, social, ecológica… desde una perspectiva de los últimos 200 años, ver“Crisis multidimensional y democracia inclusiva” (Takis Fotopoulos, 2005); sobre la crisis del ser humano como deshumanización, pérdida de lo más fundamental que lo caracterizaba, ver “Crisis y utopía en el siglo XXI” (Félix Rodrigo Mora, 2010); sobre la crisis energética ver las aportaciones más importantes del pedagógico blog “The Oil Crash”, de Antonio Turiel, y “La quiebra del capitalismo global: 2000-2030. El inicio del fin de la energía fósil: una ruptura histórica total” (Ramón Fernández Durán, 2011); sobre la crisis ecológica, con más profundidad, ver“El Antropoceno. La crisis ecológica se hace mundial” (Ramón Fernández Durán, 2010).
[2] Para el análisis histórico-experiencial y teórico-lógico de esto sugiero la lectura de “Hacia una democracia inclusiva. La crisis de la economía de crecimiento y la necesidad de un nuevo proyecto liberador” (Takis Fotopoulos, 1997) y de “La democracia y el triunfo del Estado” (Félix Rodrigo Mora, 2010).
[3] En el tercer número de la revista de pensamiento libertario “Estudios” (“Control y obediencia”, 2013), Mario Andrés Candelas aporta un lúcido trabajo sobre la cuestión: “Infancia y control social: desmontando mitos sobre la institución escolar”.
[4] Sobre esto, imprescindible es la lectura de “La condición obrera”, recopilatorio de textos de la francesa Simone Weil.
[5] Se desarrolla la crítica a éste en dos textos bastante recientes como “Para una crítica radical al Estado Social de Derecho” (Pedro García Olivo, 2012) o “¿Estado de bienestar o revolución?” (Grupo Antimilitarista Tortuga, 2011).
[6] Ver, por ejemplo, “El Estado de bienestar ha contribuido decisivamente a la destrucción del movimiento obrero consciente y organizado”, capítulo XXIV de “El giro estatolátrico. Repudio experiencial del Estado de bienestar” (Félix Rodrigo Mora, 2011). También, “Les cooperatives obreres de Sants. Autogestió proletària en un barri de Barcelona (1870-1939)” (Marc Dalmau e Ivan Miró, 2010).
[7] Interesante leer la “Nota sobre la supresión de los partidos políticos” de Simone Weil (“Escritos de Londres y últimas cartas”, 1957).
[8] Antón Dké explica porqué hay que “quitar el tapón en que se ha convertido la izquierda” en un artículopublicado en noviembre de 2013 en “El blog de Nanín”.
[9] Miguel Perera y Miguel A. Pérez, “La larga deriva del sindicalismo oficial: crisis, control, erosión y la reconstrucción anarcosindicalista de la reivindicación”, revista “Estudios” nº 3.
[10] “Anarquismo social, una corriente de futuro”, de Aris Tsioumas. Publicado originalmente en “Κοινωνικός Αναρχισμός” (“Anarquismo Social”) y traducido al castellano en el tercer número de la revista “Estudios”.
[11] El 17 de marzo de 2009 salieron 350.000 ejemplares de esta publicación. La idea de las cooperativas aparece en la página 14. [http://enricduran.cat/es/publicaciones-masivas-2]
[12] Esta otra publicación, con 500.000 ejemplares, vio la luz el 15 de marzo de 2012. En su portada se lee“¿todavía crees que necesitamos al Estado?” y “germinemos la semilla de la revolución integral”. [http://rebelaos.net]
[13] Se recomienda la lectura de balance que se ha publicado a finales de 2013 en la página web de la CIC sobre su estado de desarrollo. [http://cooperativa.cat/es/que_ha_hecho_la_cic-en_2013]
[14] El año pasado se hizo un llamado para la creación de un marco político e ideológico internacional que tomaba la idea de revolución integral. Sus bases son una recopilación interesante de principios. La CIC los asumió y otras cooperativas integrales han mostrado afinidad por estos. [http://integrarevolucio.net]
[15] “Emancipación y cultura. Reflexiones sobre los nuevos movimientos de protesta”. Publicado en el nº 37 de la revista “Enciclopèdic”, en noviembre de 2011.cooperativa.cat-Cooperativas_integrales_Hacia_una_sociedad_autogestionada
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