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Sobre la economía reproductiva

Toda economía produce valores de uso, cosas que tienen valor para ser usadas en algo, valor por si mismas, según el objeto o finalidad para las que son hechas, y valores de cambio, ese que puesto en el mercado produce un valor de intercambio monetario, ese valor que recupera el coste de hacerlas más un beneficio o excedente que se apropia el dueño o propietario de la cosa.

Las mismas cosas, en la medida que puedan ser intercambiadas en el mercado, tienen por tanto un valor de uso (esto siempre), y además un valor sin más, que es como se denomina al valor de cambio, que reintroducido en continuos procesos de producción e intercambio en el mercado, cosas que se producen a tanto, que se venden en el mercado a tanto más, y este tanto más se reinvierte para producir nuevas cosas que se venden luego de nuevo, y así sucesivamente, todo ello produce una acumulación de valor, ahora ya capital en manos de quienes viven de este proceso acumulativo como capitalistas, bajo cualquiera de sus formas, capital productivo (medios de producción), capital comercial (cosas para vender), capital financiero (dinero).

En esta economía los trabajadores, que solo tienen su fuerza de trabajo para aportar al proceso de producción, se incorporan como un coste de producción, como un factor productivo más que es retribuido mediante el salario, contribuyendo al proceso de producción con los demás factores productivos (recursos naturales, conocimiento o técnica, capital productivo o medios de producción, que a su vez fueron producidos en ciclos anteriores, y organización).

Asimismo, el poder de personas, grupos o colectivos, depende de su relación con los factores productivos, del control de los mismos, de sus interrelaciones, y de su capacidad para imponerse mediante la toma del estado, aquí entendido como estructura de poder coactivo.

La economía pues, se ha entendido en el capitalismo como la que produce valor, la que produce un excedente y por tanto la posibilidad de acumulación. Al tiempo se ha desplazado al ámbito famililar, doméstico, o comunitario (seguridad social, servicios sociales), una economía que podemos llamar reproductiva y que es la que mantiene, alimenta y sostiene a las personas que luego producirán para el mercado, esa economía que cuida de las personas, desde que nacen hasta que mueren, les atiende de niños, de enfermos, de mayores, y también como adultos productivos, reproduciendo todos los días su fuerza de trabajo para incorporarla al proceso de producción. Esta economía ha sido sostenida tradicionalmente por mujeres, ocupando un lugar subalterno en el proceso productivo, sometidas tanto a las relaciones de patriarcado como capitalistas.

Por tanto podemos asimilar economía reproductiva y economía femenina o de la mujer, donde los valores de cuidado, de empatía, afectivos son esenciales, donde los intercambios en el mercado o mercantiles son secundarios, pues no se produce para el intercambio o la producción de valor, donde el valor de las cosas se mide por el valor que tienen para las personas que las necesitan. Pero en el bien entendido extremo de que esta asimilación no es natural, sino histórica, cultural, las cosas han sido así mucho tiempo, pero no tienen por qué ser así si concebimos a las personas, hombres o mujeres, mujeres u hombres, como iguales en dignidad y mutuamente necesitados los unos de los otros.

¿Pero qué es la economía sino eso que hacemos para satisfacer nuestras necesidades materiales, que en la medida que son necesidades de personas son también necesidades afectivas?, ¿en qué hemos convertido una economía productiva que necesita ulteriores procesos de acumulación para no perecer, en una lucha por los recursos que nos enfrenta al planeta, en el mercados, en los campos de batalla, y en el seno de nuestras mismas sociedades?.

A mi modo de ver, la economía real es la reproductiva, la finalidad de trabajar y producir no es enriquecer a capitalistas u otros parásitos, como por ejemplo los funcionarios del estado que aseguran el control de la gente para beneficio de la oligarquía dominante y explotadora. La finalidad de la economía es sostenernos como gente, conviviendo y haciendo por el derecho de todas las personas a contar con los recursos necesarios para su vida, derecho básico, netamente humano, tanto de las generaciones actuales como de las futuras, siendo esencial en este punto no coger más de lo que necesitamos, pero cogerlo cuando lo necesitamos incluso frente a quienes se pongan por medio.

Creo que es un error intentar mercantilizar la economía reproductiva, sacarla al mercado, producir valor de cambio con las necesidades más humanas, idea al uso del neoliberalismo de los últimos decenios, además como estrategia de desmantelamiento de las estructuras de solidaridad que el estado de bienestar se vio obligado a implantar frente al poder de los obreros organizados tras la segunda guerra mundial. Por ello mantengo mi habitual desconfianza cuando me hablan de economías verdes, solidarias, etc, escarbo hasta comprobar de qué hablan realmente, si de economía reproductiva como lo he intentado explicar, o de mercantilizar la economía reproductiva y terminar por convertirnos a todos en simples recursos para el enriquecimiento o el apoderamiento de una casta de parásitos.

Y es que la economía de la que hablo, reproductiva, sin explotación, donde nadie es medio, factor o coste de producción de otro, donde el estado no ejerce poder coactivo de un grupo o clase frente a otros, donde las necesidades de las personas son lo único a satisfacer mediante el trabajo de todos los que puedan aportarlo, mujeres y hombres, hombres y mujeres, libremente unidos sin la lacra del patriarcado, repartiéndose el trabajo y el resultado de su esfuerzo, pegados a la tierra y a la comunidad, y defendiéndose frente a los acumuladores de recursos o de poder como uno se defiende de la muerte, con todas las armas a nuestro alcance, esa es, me parece, la economía por la que merece la pena luchar.

Javier Díez